Cómo transformar una buena práctica en un hábito

Cuando queremos adquirir un nuevo hábito, el objetivo es que sea duradero en el tiempo. En post de hoy hablaremos de cómo conseguirlo, es decir, cómo hacer para que aquellas buenas prácticas aisladas se transformen en un hábito.

  • ¿Qué es un hábito?
  • Pasos a seguir para la adquisición de un hábito
  • Recomendaciones para tener éxito.
  • La práctica.

¿Qué es un hábito?

Un hábito es un comportamiento que, a base de repetición, se interioriza como forma natural de comportamiento.

Adquirir un hábito requiere tiempo y práctica, enfocarte en corto, plantear metas alcanzables y realistas.

Por ejemplo, como te gustaría que tu hijo extrapolara los hábitos adquiridos en el campamento, lo ideal es que elijas por prioridad. Puedes intentar que alguna de esas nuevas prácticas, se transforme en un hábito.

Lo primero a tener en cuenta es que debemos ser realistas, es decir, debemos ser conscientes de que no podemos abarcarlo todo a la vez, pero sí podemos abarcar poco a poco.

Por ejemplo, si quieres empezar a cuidarte y no estás acostumbrado a hacer deporte, será mejor que comiences entrenando dos veces por semana, para luego ir aumentando, de esta forma, las probabilidades de éxito serán mayores y no te frustrarás por haber puesto objetivos prácticamente inalcanzables.

Cuando intentamos abarcar más de lo que estamos preparados psicológicamente, el objetivo puede tambalearse.

Pero en el caso de los niños es distinto, normalmente, no son ellos quienes deciden adquirir un hábito, sino que, poco a poco, a través de la educación y de los modelos, van adquiriendo ciertos hábitos. Los adultos les podemos guiar en este aprendizaje y fomentar la adquisición de determinados hábitos.

Te vamos a poner un ejemplo de los hábitos en los niños: Si tu hijo ha sido más autónomo y responsable con sus cosas, ha hecho su cama, guardado su ropa, etc. a lo largo de su estancia en el campamento de verano, lo ideal sería que esos hábitos los extrapolara al día a día, pero no podemos pretender que al llegar a casa esos hábitos estén cien por cien adquiridos, recuerda que el lugar en el que se desarrolle el hábito también influye. Por ejemplo, en el campamento todos los niños lo hacían, pero en casa está él solo y es sólo su responsabilidad.

Pasos a seguir para adquirir un hábito.

La adquisición de un hábito constituye el aprendizaje de una nueva conducta, una nueva forma de comportamiento. Por lo tanto, requiere un proceso de aprendizaje.

Ahora te mostramos los pasos a seguir para adquirir un hábito:

  • Elegir la práctica que quieres que se convierta en un hábito.
  • Planificar cuándo se va a llevar a cabo la práctica.
  • Practicar, practicar y practicar. Como te decíamos antes, la adquisición de un nuevo hábito requiere tiempo y práctica.
Recuerda: para realizar cambios, es recomendable ir poco a poco. No podemos pretender adquirir todos los hábitos deseables “de golpe”. Planifica, sirve de modelo y fomenta la práctica.

Recomendaciones para tener éxito.

Te dejamos algunas recomendaciones que harán de esa adquisición todo un éxito:

  1. Asociar la práctica a algo positivo, es decir, rodea a tu hijo de estímulos que le motiven a llevar a cabo la práctica.
  2. Reforzar a tu hijo cuando realice esa práctica.
  3. Felicítale cuando consiga el objetivo, si puedes hacerlo delante de otras personas, ¡mucho mejor! El refuerzo social es muy poderoso.
  4. Ayudarle o “dale un empujoncito”. Cuando veas que está más cansado, que no tiene ganas, etc. Comprende que está en pleno proceso de aprendizaje.
  5. Mantener el objetivo en el tiempo.
  6. ¡Enhorabuena, ya tiene el hábito adquirido!

La práctica.

¡Vamos a poner todo esto en práctica con un ejemplo y siguiendo los pasos y las recomendaciones!

  1. Que: Me gustaría que mi hijo adquiriera el hábito de hacerse la cama.
  2. Cuando: Todos los días antes de desayunar, en caso de que decida hacer la cama, podrá elegir el desayuno.
  3. Refuerzo: En caso de que cumpla el objetivo satisfactoriamente le felicitaré.
  4. Ayudarle: Si está algo cansado o intentando escurrir el bulto intentaré motivarle y ayudarle a conseguirlo e incluso ayudarle un poco.
  5. Práctica: Una vez vea que la conducta se va interiorizando y automatizando, iré poco a poco dejando de supervisar que esté cumpliéndolo y, en caso de que algún día no lo haga continuaré reforzando.

Muchas veces pensamos que adquirir un hábito es muy complicado, y si, tiene su parte de complicación, sobre todo dependiendo del hábito a conseguir.

Pero si sabes cómo hacerlo y te planificas, ¡verás como tu hijo lo consigue!

¿Te animas a probar la práctica de una conducta para transformarla?

¡Te deseamos mucha suerte!

¿Por qué es tan importante el ejemplo en los niños?

Los niños son como esponjas, LO ABSORBEN TODO.

¡Lo habrás escuchado cientos de veces! Y es que es así, tanto tú como el resto de los adultos de referencia que le rodean, influyen sobremanera en el aprendizaje social, emocional y conductual de los niños.

La observación, imitación y modelaje, son determinantes en el aprendizaje y desarrollo de los niños. Por eso en el post de hoy vamos a hablar de:

  • ¿Cómo se da el aprendizaje? Teoría del aprendizaje social.
  • Influencia de los adultos de referencia en el aprendizaje del niño.
  • ¿Por qué no atiende a las instrucciones verbales, si sabe lo que tiene que hacer?
  • La importancia de conocer cómo aprenden a nivel social.

¿Cómo se da el aprendizaje? Teoría del aprendizaje social.

En primer lugar, empecemos por explicar cómo se da el aprendizaje.

El aprendizaje está influido por diversos factores, pero es cierto que la observación tiene un papel muy importante en su desarrollo.

Albert Bandura desarrolló la Teoría del Aprendizaje Social. Una de sus premisas era que, en gran parte, el aprendizaje está basado en la experiencia que adquirimos a través de otras personas (experiencia vicaria).

Tomamos personas como referencia y, sin darnos cuenta, repetimos los comportamientos que vemos en esas personas. Esto no implica que imitemos absolutamente todos los comportamientos que vemos, pero sí los observamos, memorizamos y, finalmente, evaluamos si vamos a adoptar esa conducta.

Influencia de los adultos de referencia en el aprendizaje del niño.

La teoría de Bandura confirma que los niños aprenden a través de la observación e incluso a través de instrucciones verbales y no solo de la propia experiencia. Eso sí, los estados mentales son fundamentales para que se dé este aprendizaje, con la presencia de la motivación tanto extrínseca (motivación proveniente del exterior) como intrínseca (motivación interna, propia de la persona), esta última vinculada al orgullo, la sensación de logro, etc.

Sabiendo esto, por supuesto que todos los adultos referentes de un niño, influimos en el aprendizaje y comportamiento en la medida en que enseñamos a través de nuestros actos: cómo actuamos frente a distintas circunstancias, cómo afrontamos y gestionamos emocionalmente determinadas situaciones y cómo actuamos frente y hacia los demás.

¿Por qué no atiende a las instrucciones verbales, si sabe lo que tiene que hacer?

Una de las grandes preguntas es: ¿por qué el niño o niña no hace caso si sabe cómo o qué tiene que hacer? Como comentábamos anteriormente, para que se dé el aprendizaje, no solo se tiene que dar la experiencia, la observación o las instrucciones verbales, sino que influye la motivación. La motivación es una de las claves para que se dé el aprendizaje o ese aprendizaje se afiance.

Vamos a poner unos cuantos ejemplos en relación con el aprendizaje del niño basado en modelos de referencia:

– El papá o la mamá suelen ir siempre con prisa y se enfadan si hay un atasco y llegan tarde al trabajo, al cole o a cualquier sitio… ¿qué es más probable que desarrolle ese niño frente a situaciones que provoquen la demora en sus deseos o frente a imprevistos?

Lo más probable será que ese niño haya aprendido, a través de la experiencia vicaria, que es un motivo de enfado o frustración. Por lo tanto, cuando se demoren sus deseos puede desarrollar comportamientos no deseables (cuando no consigue lo que quiere, se enfada).

Y pensarás: “no tiene por qué suceder esto”. Y tienes toda la razón, también depende del niño, como decíamos antes, no somos autómatas y no adoptamos absolutamente todos los comportamientos que vemos en nuestros adultos de referencia, pero la presencia de ciertas conductas o comportamientos a nuestro alrededor, aumentan la probabilidad de adquirirlos.

– Otro ejemplo. Todos los días te encuentras con gente en el ascensor y das educadamente los buenos días o buenas tardes según corresponda, teniendo en cuenta que la consecuencia de dar los buenos días o las buenas tardes es agradable, teniendo un feedback inmediato de la persona a la que se saluda. ¿Qué es más probable que haga tu hijo? Lo más probable es que adopte ese tipo de comportamiento.

La importancia de conocer cómo aprenden a nivel social.

En UpSoftSkills, especialistas en habilidades blandas en los niños, consideramos realmente importante y urgente que todos sepamos cómo se da el aprendizaje a nivel social, para así ser consecuentes con nuestros actos y fomentar buenos comportamientos (siempre teniendo en cuenta la etapa del desarrollo en la que se encuentren nuestros hijos).

Por otro lado, conforme nuestros hijos van creciendo, irán adoptando otros modelos. Probablemente las actitudes o comportamientos que adopten ya no dependerán tanto de nosotros, pero les servirán de base para sus relaciones sociales futuras. En esta etapa sí podemos ayudarles a distinguir entre lo correcto e incorrecto y a no “dejarse llevar por las masas”.

A partir de la adolescencia se hace especialmente importante que puedan tener un pensamiento crítico, que les permita filtrar y analizar la información que reciben. Tal es la relevancia que le vemos, que hemos dedicado todo un curso a esto, a ayudar a los niños a desarrollar este tipo de pensamiento: Curso de Pensamiento Crítico para niños.

Rabietas en los niños: ¿cómo actuar?

Es necesario saber que, las rabietas, forman parte de la evolución de todos los niños, hay niños que tienen unas rabietas de mayor intensidad y otros de menor intensidad, pero las rabietas tienen una labor clave en el desarrollo de los niños, y están relacionadas con su autoafirmación e individualidad.

Esta necesidad de autoafirmación, junto a los límites que establecen los padres, la frustración que genera esta confrontación y, sobre todo en sus inicios, la falta de capacidad de expresión por parte de los niños, conforman la fórmula perfecta para que se de una rabieta.

En el post de hoy veremos:

  • ¿Qué son las rabietas y de dónde vienen?
  • Qué hacer ante una rabieta.
  • Lo más importante: la prevención.

¿Qué son las rabietas y de dónde vienen?

Las rabietas son una forma de expresión emocional muy frecuente en niños, es la forma que tienen de demostrar su inconformismo, su enfado o su frustración ante los límites que les imponen sus progenitores o las personas encargadas de su crianza.

Las rabietas son un fenómeno habitual alrededor de los 2-3 años y van amainando conforme el niño va creciendo y madurando, es decir, cuando el niño ha desarrollado habilidades suficientes para expresar sus emociones y sentimientos de una forma distinta, sin necesidad de llegar a la rabieta.

Como decíamos, alrededor de los 2-3 años comienza una etapa de la autoafirmación e individualidad y las necesidades y deseos de independencia por parte del niño que chocan de frente con los límites impuestos, por lo que esto, junto con factores como la falta de sueño, el cansancio o el hambre, favorecen que aparezcan con mayor asiduidad e intensidad.

Qué hacer ante una rabieta

Debes tener en cuenta que las rabietas forman parte del desarrollo normal de tu hijo. Las normas y limites que se establezcan deben ser claros y precisos. Además, deben ser congruentes y no cambiar según el día o el momento.

El primer paso ante una rabieta es no ceder y mantener una actitud tranquila. El límite debe mantenerse, de lo contrario, estamos reforzando que a través de la rabieta se consiguen las cosas y eso es, precisamente, lo que queremos evitar.

Se debe acompañar al niño en la rabieta, poner nombre a lo que siente, ya que él por sí solo no sabe expresarlo, acompañarle en su estado y mostrar comprensión, siempre sin ceder.

Muchas veces ocurre que los adultos nos enfadamos cuando el niño entra en una rabieta, pero así únicamente conseguiremos que el ambiente empeore, lo mejor que puedes hacer es mantener la calma. Debes ignorar su conducta, siempre y cuando no se ponga en peligro durante la rabieta.

Por otro lado, debes reforzar las conductas positivas que se producen fuera de las rabietas, de esta forma, el niño sabrá qué se espera de su comportamiento o cómo debe formular un deseo.

Lo que debo hacer:

  1. Mantenerme firme.
  2. Dar explicaciones cortas.
  3. No responder con enfado, es decir, mantener la calma.
  4. Explicar el comportamiento o las causas de este.
  5. Darle alternativas de comportamiento, “esto no se puede hacer, pero esto otro sí”.
  6. Permitir que gestione sus emociones.

Lo más importante: la prevención

¿Qué puedes hacer para prevenir la aparición de una rabieta? Aquí te mostramos algunas pautas que puedes poner en práctica:

  • Identifica las posibles causas de la rabieta.
  • Considera si lo que te pide tu hijo, muchas veces utilizamos el “no” casi de forma automática, pero es positivo escuchar lo que tu hijo quiere, se flexible.
  • Anticípate a las rabietas si tienes identificados ciertos momentos o lugares donde se producen.
  • Dale a elegir, es decir, si puede elegir lo que quiera, es más probable que se dé una rabieta porque tiene más probabilidades de enfrentarse con un “no”, pero si ofrecemos opciones, está en su mano elegir una cosa u otra y evitaremos el uso la negación frente a la elección.
  • Cuida tu lenguaje, habla en positivo, no es lo mismo decir: “si no te comes la pechuga, te quedas sin tele” que decir “¿qué puedes hacer para ver la tele después?”.
  • Si se da una situación previa a la rabieta donde el niño o niña alce su todo de voz, podemos recordarle como se habla en casa, “¿recuerdas cómo hablamos en casa?”
  • Como siempre, recuerda que eres su modelo.

¡Te animamos a poner en práctica alguna de las pautas que te proponemos!

¿Cómo fomentar la tolerancia a la frustración en nuestros niños?

¿Cuántas veces hemos visto que, cuando hay algo que no les sale, los niños se enfadan e incluso llegan a dejar de intentarlo? o ¿cuántas veces hemos visto que los niños se enfadan cuando no se hace lo que ellos o ellas quieren?

Seguramente, a muchos de vosotros os suenan situaciones como éstas… Son ejemplos de una baja tolerancia a la frustración.

En el post de hoy hablaremos de:

  • ¿Qué es la frustración?
  • Circunstancias alrededor de la frustración.
  • ¿Cómo ayudo a mi hijo?

¿Qué es la frustración?

Se puede definir la frustración como el obstáculo que interviene entre el niño y la meta a conseguir, sea del tipo que sea.

Es decir, la frustración aparece cuando una expectativa o un deseo no se cumple.

Es un hecho que todos vamos a enfrentar distintas dificultades y vivir algunos fracasos a lo largo de nuestras vidas. Es un hecho también que parte de nuestro éxito personal tiene que ver con cómo hacemos frente a esas dificultades, y de si somos capaces de salir adelante y aprender de ellas.

Cuando estas dificultades no se afrontan con éxito, hablamos de una baja tolerancia a la frustración. Algo que se da con mucha frecuencia en los niños y que, lamentablemente, acompaña a algunos de ellos en su vida adulta.

Es justamente en la infancia cuando se desarrollan los cimientos necesarios. Por eso es muy importante que, durante su proceso educativo y madurativo, los niños se hagan conscientes de que existen y existirán dificultades y que no se deben dejar abatir por ellas.

Pero tengamos en cuenta que la frustración en sí misma no debe verse como algo negativo. Por el contrario. Cierto nivel de frustración es necesario para la formación del carácter en un contexto de desarrollo emocional sano, que será beneficioso para el futuro.

La percepción del niño frente a la frustración es la que determinará cómo se sienta cuando exista un bloqueo en la obtención de lo que quiere, no así la frustración en sí misma. Así, si un niño tiene una percepción positiva de la frustración (lo que llamamos una alta tolerancia a la frustración), será capaz de utilizar sus propios recursos emocionales para aceptar la situación de forma positiva.


Circunstancias alrededor de la frustración.

Debemos estar atentos al compartimiento de nuestros hijos frente a las situaciones que generan frustración, pero teniendo en cuenta las circunstancias alrededor de la misma.

Esto es importante porque puede que haya causas que provoquen una baja tolerancia en un momento determinado, y que no reflejen su comportamiento general.

¿Qué preguntas nos debemos hacer?

  • ¿Está cansado o cansada? Cuando estamos cansados, ya seamos niños o adultos, los obstáculos que se nos presentan son más difíciles de asumir o sortear.
  • ¿Cuánto tiempo lleva intentando hacer eso que no le resulta? Debemos analizar nuestra insistencia en que las cosas se hagan de determinada manera, a lo mejor es momento de dejarles innovar o intentar como ellos lo vean, pero sin ser tan insistentes que provoquemos el hartazgo de nuestros hijos (¡muchos ya lo sabréis!).
  • ¿Cómo es tu hijo o hija? Como también nos pasa a algunos adultos, puede que los niños no tengan objetivos razonables. Hay niños más perfeccionistas que otros. Por otro lado, algunos de ellos no saben pedir ayuda o les da miedo o vergüenza hacerlo.
  • ¿Cuál es el nivel de exigencia por nuestra parte? Debemos estar muy atentos y exigir acorde a las capacidades de cada niño o niña.
  • ¿Le damos oportunidades para el éxito? Si proponemos de forma continua tareas que exijan un nivel alto, es más fácil que llegue a frustrarse. Lo recomendable será alternar actividades con cierta exigencia y actividades fáciles que aseguren el éxito.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo con baja tolerancia a la frustración?

Os dejamos algunas recomendaciones para trabajar en casa:

  • Proponle a tu hijo o hija metas pequeñas y realistas. Recuerda, es importante darle oportunidades de éxito.
  • Ayuda a tu hijo o hija a aceptar lo que no puede cambiarse o no depende de uno mismo. Es normal que se enfade, pero poco a poco, con tiempo y práctica, ese enfado desaparecerá.
  • Averigua si tu hijo o hija sabe identificar el sentimiento de frustración cuando aparece. Ayúdale a poner nombre a lo que siente, ayúdale a expresarse.
  • Si está bloqueado con algo, recuérdale que puede pedir ayuda. Enséñale cuándo y cómo puede pedirla. Por supuesto, atiéndelo si te pide ayuda.
  • Refuérzale cuando su tolerancia a la frustración mejore e ignora cuando aparezcan comportamientos relacionados con la baja tolerancia a la frustración. Si él o ella entra en bloqueo, será contraproducente enfadarnos.
  • Déjale esforzarse, no hagas las cosas por él o ella, inculca la cultura del esfuerzo. En la misma línea, fomenta y premia su autonomía.
  • Realiza críticas constructivas y no destructivas. Por supuesto, acepta tú también las críticas. Recuerda, eres su modelo.
  • Evita comparaciones con otros niños o con sus hermanos o hermanas. Cada uno tenemos una identidad y recibimos las cosas de nuestro alrededor de una manera distinta.
  • Predica con el ejemplo. Si en casa se dan situaciones en las que el adulto presenta baja tolerancia a la frustración, la tendencia será la imitación de este patrón de comportamiento.

Finalmente, recuerda: el objetivo no es que el niño o niña deje de sentir la frustración, el objetivo es que sepa manejarse en ese sentimiento.

En UpSoftSkills estamos convencidos que la gestión de la frustración es una habilidad esencial que toda persona debiera desarrollar. Por eso hemos incluido este tema en nuestro curso Habilidades Esenciales para el éxito, pensado en niños de 8 a 13 años.

¿Cómo saber si tu hijo debe mejorar sus habilidades sociales?

En primer lugar debemos saber qué son las habilidades sociales. Con esto claro, debemos conocer las dificultades derivadas de la carencia de estas habilidades y las señales que pueden indicar que nuestro hijo o hija necesita reforzarlas.

Solo así podremos ayudar a nuestros hijos a trabajar las habilidades sociales y mejorar en sus relaciones interpersonales.

En el post de hoy vamos a hablar de:

  • Qué son las habilidades sociales.
  • Señales que pueden indicar que tu hijo necesita reforzarlas.
  • Consecuencias de no trabajar las habilidades sociales en la infancia.
  • Qué podemos hacer los padres y madres para ayudar a nuestros hijos.

¿Qué son las habilidades sociales?

Las habilidades sociales son el conjunto de capacidades y destrezas interpersonales que nos permiten relacionarnos de forma adecuada con nuestro entorno, siendo capaces de expresar nuestros sentimientos, opiniones, deseos o necesidades en diferentes contextos o situaciones, además de saber interpretar las emociones de otros.

Este conjunto de habilidades las aprendemos de forma natural desde la infancia, por lo que la falta de habilidades sociales se puede interpretar como un mal aprendizaje o carencia en la infancia, que impide que nos relacionemos con normalidad con los demás y con el entorno que nos rodea.

Caso aparte es cuando la falta de habilidades sociales viene dada por la existencia de un trastorno subyacente (Trastorno del Espectro Autista, Síndrome de Asperger, etc.), que requiere formas especiales de trabajo.

La falta o carencia de habilidades sociales no es un trastorno en sí mismo, por lo que detectar que existe dicha carencia, no es tarea fácil. Lo mejor es estar atentos a ciertos signos o señales que pueden indicar la falta de habilidades sociales en un niño o niña.

Señales que pueden indicar falta de habilidades sociales.

Las señales que pueden hacernos ver que un niño o niña necesita mejorar sus habilidades sociales son:

  • Dificultades para decir no o expresar las cosas que no le gustan o le molestan.
  • Dificultades para iniciar, mantener o cerrar conversaciones.
  • Dificultades para enfrentarse a las críticas.
  • Dificultades para relacionarse con otros.
  • Dificultades para hacer valer sus derechos personales.
  • Dificultades para hacer peticiones.
  • Dificultades para hablar en público.
  • Dificultades para manejar de forma adecuada situaciones conflictivas.
  • Dificultades para manejar la frustración.

Estas dificultades se pueden mostrar a través de: timidez excesiva, baja autoestima, miedo a determinadas situaciones sociales, falta de empatía, inseguridad, dificultad para trabajar en equipo, problemas de autocontrol, querer siempre que las cosas se hagan como él o ella dice, no tener uno o dos amigos cercanos, provocar y molestar a otros niños, etc.

Otro aspecto que es interesante valorar, es si el niño o niña cuenta ya con las habilidades sociales que en términos generales, debiera tener según su etapa de desarrollo:

  • De 2 a 3 años. Son capaces de iniciar el contacto social, tanto verbal como físicamente, así como mirar a la persona que habla. Son capaces de llamar la atención de los demás.
  • De 3 a 4 años. Empiezan los turnos en los juegos, así como el juego simbólico.
  • De 4 a 5 años. Comienza el juego cooperativo, empiezan a hablar de otros y continúan desarrollando el juego simbólico. Comienzan a expresar lo que no les gusta de forma más clara.
  • De 5 a 6 años. Comienzan a entender cómo se sienten los demás y a comprender los juegos que implican competición, así como a seguir normas sencillas en el juego. Expresan lo que no les gusta.
  • De 6 a 7 años. Entra en juego la empatía. Comparten, esperan su turno y escuchan distintos puntos de vista.

Consecuencias de no trabajar habilidades sociales en la infancia.

No trabajar las habilidades sociales en los niños puede desembocar en una serie de consecuencias que le impedirán llevar una vida normal en sociedad, incluso cuando llegue a vida adulta.

Algunas de estas dificultades pueden ser:

  • Problemas escolares en primera instancia y problemas laborales en un futuro.
  • Dificultad para comprender a los demás y ser empáticos.
  • Dificultad para expresar sentimientos y opiniones. Esto puede desembocar en falta de comunicación con las personas del entorno, frustración e incluso depresión.
  • Dificultades para relacionarse. Lo que genera problemas a la hora de establecer vínculos con los demás.
  • Trastornos psicológicos derivados de la falta de habilidades sociales.

¿Qué podemos hacer como padres?

Si crees que tu hijo tiene carencia de habilidades sociales, ¡ayúdale a mejorar!

Aquí os ponemos algunos ejemplos de habilidades como la empatía, el inicio de interacciones o el respeto de turnos.

Todas estas habilidades se pueden trabajar a través del juego:

  • La empatía se puede trabajar, por ejemplo, a través de la lectura de cuentos, preguntándole cómo cree que se siente cada uno de los personajes. Esta actividad se puede hacer también con situaciones reales del día a día, viendo una película, etc.
  • Puedes practicar distintas formas de iniciar interacciones, aprendiendo a iniciar una conversación, llamar la atención de alguien, unirse a una conversación o a un juego iniciado. Se puede practicar en cualquier momento del día.
  • El respeto de turnos lo puedes fomentar ¡jugando, jugando y jugando!

Por último, te invitamos a conocer los cursos que desde UpSoftSkills, hemos desarrollado para fomentar las distintas habilidades blandas en los niños.

¿Tu hijo no quiere volver al cole?

Todos los años pasamos por lo mismo, ese periodo en el que tanto niños como adultos, vemos el fin de las vacaciones cada vez más cerca. Además, durante este verano muchos hemos disfrutado de unas vacaciones más cerca de la normalidad, aún estando inmersos en una pandemia que está afectado tanto a mayores como a pequeños.

¿Qué es lo que nos sucede cuando volvemos a la rutina tras las vacaciones? ¿podemos hacer algo para que las sensaciones que nos invaden sean más llevaderas?

En el post de hoy vamos a hablar de:

  • El síndrome postvacacional en los niños
  • Cómo les afecta la vuelta a la rutina.
  • Consejos para ayudar a los niños a superarlo.
  • Consejos para evitarlo.

En primer lugar, empecemos por explicar en qué consiste el síndrome postvacacional.

El síndrome postvacacional es una respuesta emocional ante la vuelta a la rutina. En el caso de los niños, se trata de una respuesta ante la llegada de nuevo al cole, a los deberes, las extraescolares, las rutinas escolares y familiares, y los horarios, de los que es muy complicado deshacerse. Los cambios de planes e imprevistos se sufren más cuando se está con horarios rígidos, porque cuando esta rutina se ve alterada, surge ansiedad y el ambiente familiar se ve afectado.

El síndrome postvacacional se da mucho más en adultos que en niños, ya que los pequeños de la casa tienen una mayor capacidad de adaptación ante la vuelta a la rutina. Sin embargo, muchos de ellos lo sufren igualmente.

La presencia o no del síndrome postvacacional en los niños dependerá de varios factores:

  • Personalidad.
  • Estructura familiar.
  • Estilo educativo en el ámbito familiar.
  • Ambiente y situación escolar.
  • Problemas de salud.

Es responsabilidad tanto de los padres como de los agentes educativos, hacer que esta adaptación sea lo más llevadera posible, así como estar atentos ante posibles signos que indiquen malestar o dificultades en la adaptación del niño.

Sabiendo esto, vamos a conocer cómo afecta el síndrome postvacacional a nuestros hijos.

Os presentamos algunos comportamientos en el niño o niña que son claros signos que nos ayudarán a detectarlo:

  • Se pasa muchas horas sentado o sentada, no tiene ganas de hacer nada, está con pereza permanentemente.
  • Le cuesta interactuar, se muestra apático o apática.
  • Se muestra más irritable.
  • Tiene falta o exceso de apetito (aunque se suele dar con mayor frecuencia la falta de apetito).
  • Le cuesta conciliar el sueño y se despierta en mitad de la noche.
  • Presenta síntomas físicos como dolor de cabeza, dolor de tripa, etc. (síntomas somáticos).

En caso de haber detectado que nuestro hijo o hija está pasando por el síndrome postvacacional, os presentamos algunos consejos para ayudarle a superarlo:

  • Lo más importante es la comunicación, saber qué le preocupa. Indagar sobre las causas que lo han provocado.
  • Mostrar comprensión ante la situación, no juzgar sus sentimientos ni sus emociones.
  • En la medida de lo posible, seguir acompañándoles, llevarles al colegio, a alguna extraescolar, sacar tiempo para hablar con ellos de forma diaria, etc.
  • Brindar ayuda cuando sea necesaria.
  • Conocer los diferentes ámbitos en los que desenvuelve el niño, el ambiente familiar, el ambiente escolar, el ambiente en las diferentes actividades en las que esté implicado, etc.

¿Se puede prevenir el síndrome postvacacional? La respuesta es sí. Aquí os dejamos algunos consejos para hacer la vuelta más fácil y llevadera para los más pequeños:

  • La planificación es imprescindible para los niños. El saber qué va a venir después les aporta conocimiento y seguridad. Es necesario que sean conocedores de sus rutinas y de los cambios que se van a ir sucediendo.
  • Que los niños participen en la preparación del material escolar, la ropa del colegio o el uniforme, la mochila o el estuche. Incluso si hay que hacer alguna adaptación en casa, como la compra de un escritorio o mesa de estudio, es recomendable que ellos participen. Preparar las cosas que tienen que ver con lo puramente escolar, les ayuda a hacerse a la idea de lo que se avecina y les da la oportunidad de ir adecuándose a la nueva situación.
  • Procurar que vuelvan poco a poco a las rutinas, rescatando horarios y actividades que tengan que ver con el colegio, por ejemplo, empezando a irse a dormir más temprano cada día o refrescando conceptos.
  • Mostrar nuestra emoción por el nuevo curso. Esto ayudará a que ellos también se sientan ilusionados con la vuelta.

Finalmente recuerda, las palabras clave son: comunicación, participación, colaboración y planificación.

¿Qué deben hacer los niños en verano?

Llegado el momento de las vacaciones, la mayoría de los padres tiene dudas sobre qué hacer con sus hijos durante este tiempo. Es cierto que todos queremos que los niños disfruten y se diviertan, pero siempre se generan dudas respecto a temas escolares, “¿mi hijo debe reforzar conceptos?, ¿debe mantener un hábito de estudio?, ¿si no lo hace, influirá en cómo se inicie el curso que viene?” y así, un largo etcétera.

En el post de hoy hablaremos de:

1 ¿Cómo han pasado el curso?

2 ¿Qué debo tener en cuenta a la hora de elegir actividades para mis hijos?

3 ¿Cuál es “la clave” para un buen inicio de curso?

Si bien estas preguntas nos las planteamos año a año, cobran más fuerza este año COVID que muchos sienten que en el colegio no se pudo trabajar todo lo profundo que otros años, además que en la mayoría de casos los niños estarán más tiempo en casa.

Sabemos y debemos tener en cuenta que el curso ha sido radicalmente distinto e infinitamente más difícil que los cursos pre-covid.

Los niños han pasado frío, calor, confinamientos, mascarillas, distancias, han visto sufrir a familiares, muchas veces sin comprender muy bien lo que estaba ocurriendo y, como muchos dicen, “casi sin esfuerzo”, han cumplido con todo lo que se les ha propuesto/impuesto.

Pero ¿realmente pensamos que no han hecho un esfuerzo todos y cada uno de ellos?

Estamos cansados de escuchar que los niños nos han dado una lección a todos, ¿pero no deberíamos habérsela dado nosotros a ellos como adultos que somos?

La realidad es la que es, ellos, sin queja alguna y con una sonrisa en la mirada, han cumplido con todo y, además, bien.

No han podido hacer durante el curso las actividades a las que estaban acostumbrados y su rutina ha sido muy distinta a la de otros años y aun así han seguido sonriendo.

Este curso ha sido difícil para padres, maestros, niños y para toda la comunidad educativa, eso lo sabemos. Han acabado realmente agotados y con muchas ganas de poder disfrutar y descansar que, por otro lado, ya les toca.

Entonces llegan las, para muchos “temidas vacaciones”, intentando hacer encaje de bolillos para que todo cuadre y que las rutinas familiares continúen siendo el baile armónico que intentamos que sean durante el curso. Y que la tranquilidad, en lo que a organización se refiere, siga siendo parte del día a día.

Los niños están acostumbrados a las rutinas y, para la mayoría de ellos, las rutinas son muy necesarias, y aquí es donde viene la pregunta “¿Qué hago con mi hijo estas vacaciones?, ¿le llevo a un campamento?, ¿le pongo deberes, aunque no se los hayan puesto en el colegio?” y un largo etcétera.

El planteamiento es el siguiente: lo primero que se ha de valorar es qué le gusta hacer a mi hijo, si se debe reforzar algo de cara al curso que viene, si las actividades que le voy a proponer le resultan interesantes o, por el contrario, supone una constante “lucha” que las realice según lo hemos organizado y, lo más importante, cuánto tiempo debe invertir en “hacer deberes”.

Todos los niños (como todos los adultos), quieren el verano o cualquier periodo vacacional para descansar y disfrutar, pero además ellos quieren jugar y tener las menores obligaciones posibles, sobre todo si tienen que ver con estar sentado, teniendo en cuenta que lo más seguro es que haya una piscina, playa o río cerca.

Por eso, la primera y principal recomendación es dejar las ataduras del resto del año y disfrutar, pero no solo que disfruten ellos sino también disfrutar nosotros de ellos.

En consulta siempre decimos “hay tiempo para todo”. Igual que a ti no te gustaría que tu jefe te pusiera “deberes” mientras estás de vacaciones, a ellos tampoco.

Otra de las recomendaciones o apuntes que realizamos es que, mientras toda la familia esté de vacaciones, olvidémonos de las actividades escolares esos días.

Pues bien, teniendo en cuenta esto y que, además, los niños tienen unas vacaciones bastante extensas, se trata de establecer rutinas diarias y conocer los momentos en los que mi hijo/a está más dispuesto a realizar actividades escolares.

Con actividades escolares no nos referimos a cuadernillos como tal, sino a actividades que sirvan para que mi hijo enriquezca los conocimientos adquiridos, estas actividades variarán según la edad que tenga el niño, los más pequeños pueden reforzar conceptos a través del juego, los niños de 3º o 4º de primaria pueden hacerlo, además, a través de películas, libros, legos, puzzles, etc.

Se trata, principalmente, de hacer que la actividad que le proponemos resulte atractiva.

Debemos incluir actividades de refuerzo o enriquecimiento y actividades gratificantes, y si podemos hacer que las dos confluyan, tendremos el éxito garantizado.

Pero, algunos de vosotros diréis, bueno, es que mi hijo ha suspendido, ¿qué hago? ¿no le pongo actividades para que estudie?

La respuesta es sí, obviamente si hay un suspenso de por medio, se debe reforzar, pero no es necesario todos los días ni 3 horas al día, se trata de que exista una rutina y que ese suspenso no suponga un “castigo” para él y para todos los miembros de la familia, ya que el propio suspenso, ya es un gran “castigo”.

Seguramente habéis escuchado e incluso pensado muchas veces esto, “si mi hijo no hace actividades escolares durante el verano y continúa con la rutina, va a ser muy difícil el inicio del curso”. Pues bien, podríamos decir que se trata de una verdad a medias, os expongo lo siguiente:

  • Que tu hijo realice actividades del curso anterior no implica que el curso siguiente le vaya a ir bien.
  • Que tu hijo tenga una rutina de estudio o de trabajo, le ayudará siempre, tanto en el inicio como en mitad o final del curso, y ya no solo en el colegio.
  • Es muy importante el trabajo que se realiza con los niños los días previos al inicio de curso. Con trabajo no queremos decir tareas escolares, sino organización, rutinas de sueño, de alimentación, etc. Los niños necesitan también un periodo de adaptación.
  • A quien le aporta mayor seguridad que el niño haga actividades escolares, es a ti como padre o madre, pero, realmente, no es garantía de nada.

Por lo tanto, respondiendo a la tercera pregunta planteada al inicio, podemos decir que NO HAY UNA ÚNICA CLAVE para un buen inicio de curso, pero es bueno dar un descanso a las cuestiones académicas.

Desde UpSoftSkills creemos que el verano nos da una oportunidad estupenda para reforzar las habilidades blandas de nuestros niños. Para ello contamos con cursos divertidos, cortos y fáciles de hacer, que con solo 15 min al día, les permite entrenar su Pensamiento Crítico, Empatía, Gestión de Emociones, Organización y Gestión del Tiempo, así como practicar su Resolución de Problemas.

¿Quieres conocer un poco más? Infórmate sobre nuestros cursos online aquí.

¿Cómo valoras las notas de tus hijos?

En estos días de cierre del curso escolar, queremos invitaros a reflexionar. Es cierto que la mayoría de los padres nos seguimos fijando en la “nota final” como lo que determina el conocimiento o buen hacer de nuestros hijos a lo largo de un trimestre o curso escolar.

Otros, todavía pocos, en lugar de valorar esa “nota final” como algo determinante, valoran la evolución que han tenido sus hijos a lo largo del curso o el esfuerzo que han puesto en sacar determinada nota, además de muchos otros factores personales que interfieren, para bien o para mal, en el desempeño.

En el post de hoy hablaremos de:

1 ¿Exigimos mucho a nuestros hijos?

2 ¿Es justo exigir “dieces” a nuestros hijos?

3 ¿Sólo es importante lo que medimos?

Si bien sabemos que cada uno de nosotros tiene unas habilidades, tendemos a resumir todas las actitudes, las aptitudes, las capacidades y el esfuerzo en la nota final de nuestros hijos que, en muchas ocasiones, temen la llegada de esas notas.

¿Exigimos mucho a nuestros hijos?

Debemos pensar en esto, imagina que todos los días te exigieran las ocho horas de trabajo y, además, una media de dos horas de “trabajo extra”. Además, debes ir a clases de inglés por las tardes y realizar algún deporte… y, con todo y con eso, debes estudiar para sacar la máxima nota posible, porque es tu “única” obligación.

Pensaréis “es por su bien, esto le beneficiará en un futuro” y, por supuesto, es por su bien. Por norma general, como padres jamás buscamos o planteamos de forma consciente algo que resulte perjudicial para nuestros hijos.

Pero, ¿es justo exigir “dieces” a nuestros hijos?

O lo que es más de lo mismo, mantener permanentemente un “yo sé que puedes hacerlo mejor“.

Podréis pensar: “sí, pero es que él o ella es capaz de hacerlo y va siempre a lo mínimo”.

Probablemente lleváis toda razón en lo de que puede ser capaz de hacerlo, pero ¿es necesario? Puede darse una buena ejecución, un buen planteamiento y un buen resultado, sin que la nota final sea excelente, bajo la lupa de los padres, claro.

¿Sólo es importante lo que medimos?

Cierto es que todos nos sentimos mejor cuando nuestros hijos sacan buenas notas, pero ¿cómo se sienten ellos? En muchos casos, el sacrificio y el esfuerzo a lo largo de los nueve meses de colegio pesa más que las notas. Es más, muchos de ellos sienten que las notas son “para los padres” y que esas notas no determinan realmente el conocimiento que tienen respecto a una materia o tema concreto, ya que un examen es una imagen fija, no es un global de mi hijo, sus conocimientos o sus capacidades.

Una buena nota en matemáticas no determina lo que son, igual que tampoco lo determina una nota en lengua, inglés o educación física.

Lo que determina quienes son, son ellos mismos, cómo se relacionan, cómo se sienten consigo mismos y cómo se sienten respecto a los demás, si son capaces de ser críticos, de no dejarse llevar y de actuar de forma correcta, si son empáticos… en definitiva, si son buenas personas, si son felices.

Es muy importante que, cada uno de nosotros, valore si las notas forman parte de nuestra propia exigencia y nuestras expectativas respecto al desempeño de nuestros hijos o, realmente, esa nota determina lo que han hecho nuestros hijos durante el curso.

El éxito no viene medido por una nota, comprende muchísimas otras cosas que forman parte de lo “extra académico”.

¿Cuánta gente conocéis que, pese a sacar “malas notas”, han conseguido labrarse un futuro y ser personas exitosas?

¿O cuánta gente conocéis que, sin estudios, ha conseguido repuntar entre todos los demás?

El sistema educativo actual fomenta que los padres funcionemos “en remoto” respecto al desempeño de nuestros hijos en el colegio, pero debes saber que esto está cambiando, y cambia justamente desde el propio sistema educativo, creyendo firmemente en la importancia de fomentar talentos, hacer buenas personas, fomentar el esfuerzo, crear mentes inquietas y fomentar la seguridad y la capacidad de los niños.

Potenciemos sus capacidades, valoremos el esfuerzo, el trabajo y la dedicación. Creamos en ellos y en sus talentos, y sobre todo, no sobre exijamos ni reduzcamos toda su trayectoria durante un curso escolar a una nota final.

Sólo de esta manera podremos crear adultos empáticos, que se valoren a sí mismos y a los demás, que crean en la cultura del esfuerzo, que conozcan cuáles son sus puntos fuertes y cuáles los menos fuertes. Lo crean o no, ellos son el futuro.

A veces, la vida exige mucha más comprensión, que conocimiento.

A continuación, os dejo una carta de un profesor, que se hizo viral hace un tiempo donde, justamente, habla de esto. Os invito a realizar una reflexión que nos ayude a todos, a formar a los mejores adultos del futuro.

“Estimados PADRES:
El semestre de sus hijos está próximo a terminar y las notas finales están pronto a ser reveladas, sé que están ansiosos por saber su desempeño, pero recuerden que entre todos nuestros estudiantes hay algunos artistas que no necesitarán comprender mucha Matemática, empresarios que no se preocuparán mucho de la Historia o la Filosofía, músicos cuyas calificaciones en Química tal vez no serán las mejores, deportistas cuyas aptitudes físicas serán muy importantes para su disciplina. Si su hijo no consigue las mejores notas no le quite la confianza en sí mismo, ni su dignidad. Dígale que está bien, que solo son notas, que así están hechos para cosas grandes en la vida, no les quiten los sueños y talentos; hagan esto y vean a sus hijos conquistar el mundo.
Obtener buenas o malas calificaciones no define nuestra Inteligencia, no tiene que quitarnos la confianza en nosotros mismos y mucho menos la dignidad.”

uso redes sociales

Consejos para un buen uso de las Redes Sociales

Actualmente el 76% de los adolescentes utiliza al menos una red social, y más del 70% utilizan varias redes. Es un hecho que nuestros hijos, tarde o temprano, harán uso de las redes sociales igual que hacemos la mayoría de los adultos.

A muchos padres nos asusta un poco este fenómeno de las redes sociales. Es algo reciente, no lo hemos vivido en nuestra adolescencia, y nadie nos ha explicado nunca sus efectos.

Una cosa está clara, al ser un aspecto más de la educación de nuestros niños, los padres tenemos toda la intención de “hacerlo bien”, de lograr que aprovechen las ventajas que puedan tener las redes, sin caer en comportamientos perjudiciales para ellos.

En el artículo de hoy responderemos 5 preguntas claves que seguramente os hayáis planteado en algún momento:

1. ¿A partir de qué edad pueden utilizar las redes sociales?

2. ¿Puedo ayudar a mi hijo a iniciarse en las RRSS?

3. ¿Debo supervisar lo que hace mi hijo en una red social?

4. ¿Cuánto tiempo de uso es el recomendable?

5. ¿Afecta el uso que hacen los padres de las RRSS?

¿A partir de qué edad pueden utilizar las redes sociales?

Antes de responder a esta pregunta debemos tener en cuenta que las redes sociales repercuten en el lenguaje, en las relaciones y en el concepto de sí mismos que tienen los niños y adolescentes.

Si bien por Ley de Protección de datos los menores de 14 años pueden acceder siempre que tengan el consentimiento de sus padres, creemos que muy pocos niños menores de 14 años están realmente preparados para tener un perfil en redes. Es más, no vemos la necesidad de que un niño o niña menor de 10 años tenga perfil en ninguna red social.

Esta edad no debe interpretarse como un criterio fijo, sino más bien orientativo. Dependerá mucho de la madurez del niño, de cuán importante para él o ella sea tener un perfil en redes, del acompañamiento que podamos hacerle en cuanto a sus redes, y de si cuadra con los criterios educativos de nuestra familia.

Es muy importante que en el momento en que el niño o niña se abra a las redes sociales, se encuentre sano emocionalmente, que no esté pasando por un momento especialmente difícil, que la relación que tengamos con él o ella sea positiva y sincera, con espacio para la comunicación y, sobre todo, la afectividad. De esta manera, habrá mayor probabilidad de que nuestros hijos acudan a nosotros cuando algo ande mal.

¿Puedo ayudar a mi hijo a iniciarse en las RRSS?

No solo podemos, sino que debemos ayudar a nuestros hijos a iniciarse en el mundo de las redes sociales. Es fundamental para enseñarles a hacer un uso correcto de ellas.

Tengan la edad que tengan, debemos darles a conocer los riesgos que conlleva la exposición de sus datos, de sus fotos, de su ubicación, explicarles que las amistades de las redes sean sus amistades en la vida real. Deben saber que en todas las redes se fomenta la compra de productos de diferentes marcas, así como la competencia entre los niños y no tan niños, y que las vidas que se muestran en las redes suelen distar bastante de la vida real de quienes las publican.

No está demás considerar herramientas de privacidad con las que limitar la cantidad de información que los hijos comparten, sobre todo si se están iniciando.

¿Debo supervisar lo que hace mi hijo en una red social?

En nuestra opinión se debe supervisar, pero no controlar.

Controlar es revisar continuamente el teléfono a espaldas de los hijos y leer conversaciones privadas y personales que no suponen ningún riesgo. Este tipo de compartimiento invade la privacidad de nuestros hijos, a la cual tienen derecho solo por el hecho de ser personas.

Supervisar es acordar previamente con nuestros hijos que cada tanto o cuando sospechemos que puedan estar en riesgo, miraremos su móvil con él o ella delante. Debemos evitar juzgar lo que veamos y que no represente ningún riesgo, para fomentar ese espacio de confianza.

Por supuesto podemos poner la supervisión como un requisito para que tengan acceso a crearse un perfil de redes. Podemos explicarlo a nuestros hijos indicando que al igual que necesitamos saber con quién salen a la calle, debemos saber con quién “salen” en internet.

¿Cuánto tiempo de uso es el recomendable?

Un estudio de la Universidad de Pensilvania concluyó que se debería limitar el uso de las redes sociales a aproximadamente 30 minutos al día. ¿Por qué? Pues porque pasado ese tiempo comienza a ser perjudicial a nivel emocional, aumentando la sensación de soledad, ansiedad y depresión, a la vez que empeora la autoestima. Resulta paradójico, pero reducir el uso de las redes sociales nos hace sentir menos solos.

Probablemente pocos adolescentes e incluso adultos cumplan este límite de los 30 minutos. Creemos que se puede ser flexible en cuanto a esto. Podemos establecer nuestro propio tiempo límite teniendo en cuenta como línea roja el que el uso de redes no llegue a condicionar o limitar la vida personal y académica.

Los niños debieran poder usar las redes sociales sólo si el resto de sus tareas diarias no se ven afectadas y estén satisfechas. Además, debieran poder hacer uso de las redes si mantienen una vida social sana fuera del mundo digital, y si usarlas no les genera cambios relevantes de humor o actitud.

¿Influye el uso que hacen los padres de las RRSS?

La respuesta es clara y seguramente unánime. El uso que hacemos los adultos de las redes sociales y lo enganchados que estemos a las pantallas, influirá en el uso que hagan o vayan a hacer los niños, aunque cierto es que no lo determina.

Los padres servimos como modelos a seguir para nuestros hijos no sólo a través de la interacción directa, sino con nuestra actitud y comportamiento con los demás y con el mundo.

Si queremos ser un buen ejemplo, debemos dejar las pantallas a un lado cuando lleguemos a casa, debemos practicar otro tipo de ocio, mantener las comidas y cenas familiares como espacio libre de móviles y sobre todo, no atender el móvil cuando ellos nos hablan o demandan nuestra atención.

Finalmente, el estar expuestos a las redes hace tremendamente importante que nuestros hijos cuenten con criterios objetivos para analizar la información que reciben.

Desde UpSoftSkills buscamos ayudar a los padres en la educación de sus hijos. Lo hacemos a través de cursos online que ayuden a los niños a potenciar distintas habilidades no académicas. En cuanto al uso de las Redes Sociales, vemos especialmente pertinente nuestro curso online: Pensamiento Crítico, diseñado para niños.

Consejos para un buen uso de pantallas en el hogar

Vivimos en un entorno digitalizado y todos, niños incluidos, estamos cada vez más expuestos a pantallas. Como padres somos testigos de lo mucho que atrapan las pantallas a los niños y nos preguntamos: ¿cuándo el consumo de pantallas empieza a ser perjudicial?, ¿hata qué punto es limitante el uso de pantallas?, ¿qué debemos o podemos hacer para que esto no ocurra?

En el post de hoy te damos algunas pautas para un sano uso de las pantallas en casa. Responderemos cuestiones como:

  1. ¿Cuál es el consumo recomendado de uso de pantallas según edad?
  2. ¿Cuál es el efecto del mal uso de las pantallas?
  3. Pautas recomendadas para seguir en casa

Las pantallas nos facilitan la vida, es cierto. Es increíble lo que podemos conseguir en un par de clics, desde tener la compra en casa, acceder a noticias de todo el mundo, comunicarnos con nuestros seres queridos que están lejos, jugar y divertirnos, aprender de distintas cosas, y ¡hasta encontrar pareja!

Pero, como todo, las pantallas no tienen solo cosas buenas. Un mal uso de las pantallas entraña riesgo para la salud tanto física como mental de las personas y en especial, de los niños. Por ello debemos tomar las medidas necesarias para prevenirlos.

¿Cuál es el consumo recomendado de uso de pantallas según edad?

La Asociación Americana de Pediatría lo tiene claro y aconseja como tiempos máximos según edad, los siguientes:

  • Niños de 0-2 años: no deben hacer uso de pantallas.
  • Niños de 2-6 años: entre 30 minutos y 1 hora al día.
  • Niños de 7-12 años: 1 hora con la supervisión de un adulto.
  • Preadolescentes y adolescentes de 12-15 años: 1 hora y media.
  • Adolescentes: + 16 años: 2 horas.

Es cierto que hay momentos en que podemos permitirnos excepciones y es también cierto que cada familia, a partir de esta recomendación, puede establecer su  propias normas, pero siempre siendo conscientes que mientras más nos alejamos de esta pauta marcada por los expertos en pediatría, más perjudicial podrá ser el efecto en nuestros niños.

¿Cuáles son los efectos del mal uso de las pantallas?

Está demostrado que el mal uso de las pantallas, ya sea por exceso de tiempo de uso, como por la forma en que las usemos, está asociada a los siguientes problemas:

  • Sobrepeso y obesidad. Porque el tiempo que usamos para pantallas lo quitamos a actividades que implican movimiento.
  • Salud ocular. Mirar fijamente la pantalla de un dispositivo por mucho tiempo tiene claros perjuicios para nuestra vista.
  • Déficits de atención. Porque nos acostumbramos a que haya estímulos permanentemente que van llamando nuestra atención. Cuando no los hay, nos empieza a resultar imposible mantener la atención.
  • Nerviosismo y necesidad de movimiento. No es natural, sobre todo en los niños, estar tanto tiempo quieto. Las ganas de moverse se acumulan y suele resultar en que los niños estén más nerviosos de lo normal.
  • Habilidades sociales y psicolingüísticas. Cuando jugamos en la ‘vida real’ suelen aparecer situaciones que nos ponen a prueba y que nos hacen desarrollar otras habilidades gracias a la interacción con otros. Aprendemos palabras desconocidas que otros mencionan, aprendemos a resolver conflictos con los demás. Por ejemplo, si monto un lego y mi hermano me lo rompe, ese conflicto es una oportunidad de desarrollo social para el niño, que no ocurre nunca en el mundo virtual.
  • Comportamientos antisociales. Hay niños que se acostumbran a interactuar de forma virtual y luego les cuesta muchísimo relacionarse con otras personas en el mundo real. No saben cómo acercarse, no saben cómo conseguir lo que quieren de otros, no saben cómo reaccionar ante situaciones de conflicto.
  • Conciliación y mantenimiento del sueño. La estimulación cerebral que genera el uso de pantallas nos deja en modo alerta por un buen rato y nos impide descansar. La luz azul influye en la conciliación y mantenimiento del sueño. Esto es especialmente importante si el uso de pantallas ocurre cerca de la hora de dormir.
  • Desempeño escolar. Porque el uso de pantallas suele ocupar un tiempo valioso para hacer deberes y estudiar

Pautas recomendadas y líneas rojas

Con el diagnóstico claro, veamos ahora algunos consejos para hacer un buen uso de pantallas en casa:

  • Establecer un horario fijo para el uso de las pantallas. Igual que los niños tienen un horario para ducharse o cenar, deben tener un horario para pantallas y ceñirse a él. El horario debe incluir el tiempo permitido.

En la página web de la Academia Americana de Pediatría, se puede crear un plan de consumo mediático para la familia. Muy recomendable.

  • Los momentos de uso de pantallas no deben coincidir con las horas de comer o cenar para que no interfieran en la comunicación familiar.
  • Se debe evitar su uso una hora antes de dormir debido a la influencia de la luz azul, que altera el sueño.
  • El contenido que consuman los niños debe ser acorde con su edad.
  • Las pantallas deben estar en zonas comunes, no en las habitaciones. Es conveniente que sean propiedad familiar o de los padres, pero no particular de los niños.
  • Las pantallas no deben ser un calmante ni tampoco un antídoto contra rabietas, aburrimiento o para que los niños estén tranquilos. El niño poco a poco debe aprender a salir de esos estados sin la necesidad de un elemento externo. Esto es clave para evitar dependencias en el futuro.

Quizás esto te parezca algo utópico o demasiado difícil de cumplir. Puede que lo sea, pero es que recién ahora comienzan a conocerse los efectos adversos del mal uso de pantallas. Si probablemente arrastramos algunos malos hábitos, poco a poco debemos ir adecuando nuestro consumo de pantallas a partir de este “escenario ideal”. Cada paso que demos en esa dirección, por pequeños que sean, redundará en la salud y bienestar de nuestros hijos. ¡Ánimo!